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QUE ES EL TDAH
El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) no es un trastorno de reciente aparición. Aunque se le ha denominado con diferentes nombres, se encuentran descripciones y referencias sobre él en la literatura médica desde hace más de 100 años. Es el trastorno mental más frecuente en la infancia. Las cifras sobre su prevalencia varían a menudo de unos estudios a otros. Esto se debe a diferencias en la metodología utilizada y a los criterios diagnósticos aplicados. Una cifra generalmente aceptada sitúa la prevalencia del TDAH en torno al 5% de la población infantil. Es más frecuente en niños que en niñas en una proporción aproximada de 3 ó 4 niños por cada niña. No obstante, en el subtipo inatento, probablemente la diferencia en la proporción sea menor (2 niños por cada niña).
ETIOLOGÍA
Aún no se conoce la causa exacta del TDAH. Se sabe que es un trastorno Neurobiológico con un indudable componente genético y que existe una alteración en el funcionamiento de dos neurotransmisores cerebrales: la noradrenalina y la dopamina. Estas sustancias no funcionarían de manera adecuada en algunas áreas del cerebro, en concreto en la corteza prefrontal. Esta zona se halla implicada en el control de algunas funciones, como son la atención, la concentración y la impulsividad, que se encuentran afectadas en el TDAH. Existen, además, otros factores de riesgo relacionados, como son circunstancias socio ambientales muy adversas, problemas durante el parto, alteraciones neurológicas y déficits sensoriales, entre otros.
INTRODUCCIÓN
Los síntomas nucleares del TDAH son el déficit de atención, la hiperactividad y la impulsividad. Característicamente, al niño con déficit de atención le suelen describir como un niño despistado, desordenado, olvidadizo, que suele extraviar sus objetos y frecuentemente ensimismado («como en su mundo»), que parece no escuchar cuando se le habla. Suele tener dificultades para mantener la atención de manera prolongada y planificar sus tareas cotidianas, distrayéndose ante cualquier estímulo. El niño con hiperactividad e impulsividad también suele ser descrito como un niño con un nivel de actividad motora elevado, que mueve frecuentemente manos y pies, con dificultades para mantenerse sentado («como si tuviera un motor por dentro»), impaciente, impulsivo, y que suele hablar mucho, interrumpiendo conversaciones o contestando antes de que terminen de hacerle la pregunta.
En función del predominio de unos u otros síntomas, existen tres subtipos de TDAH: con predominio del subtipo hiperactivo/impulsivo, con predominio del subtipo inatento o con una mezcla de los dos anteriores.
Este último subtipo, que se denomina combinado, es, con diferencia, el más frecuente de los tres.
Lo habitual es que el TDAH presente otros trastornos comórbidos (junto a la sintomatología propia del TDAH aparecen síntomas de otros trastornos). Dentro de éstos, los más frecuentes son los trastornos de conducta, de ansiedad, de tics, del aprendizaje, etc. No es infrecuente que éstos, junto a las dificultades que estos niños presentan en su funcionamiento a distintos niveles (familiar, personal, escolar, etc.), afecten su autoestima. Por ello, el TDAH ha de considerarse como un trastorno que puede afectar de forma general al niño y no sólo como un trastorno que afecte a su aprendizaje.


Beneficios Académicos
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FORMAS CLÍNICAS
El diagnóstico del TDAH es fundamentalmente clínico y debe basarse en una completa historia clínica, que debe recoger la información del mayor número posible de fuentes fiables: el propio niño, los padres, otros familiares, profesores y, en general, cuantas personas tengan un estrecho contacto con el niño. Además de los síntomas propios del TDAH, deben evaluarse otras condiciones que puedan ser relevantes para el diagnóstico y/o el tratamiento: problemas médicos o neurológicos, uso de fármacos, trastornos psiquiátricos, problemas familiares y psicosociales, y posibles alteraciones del lenguaje y del aprendizaje. Existen diferentes clasificaciones que recogen los síntomas del TDAH. Las más utilizadas son la de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM IV-TR) y la de la Organización Mundial de la Salud (CIE-10). Para el diagnóstico habitual no se precisa exploración complementaria alguna (analítica, electroencefalograma, pruebas de imagen cerebral, etc.).
TRATAMIENTO
El tratamiento del TDAH incluye cuatro pilares básicos:
1. Psicoeducación, apoyo y orientación familiar.
2. Tratamiento psicopedagógico.
3. Tratamiento farmacológico.
4. Intervención psicológica sobre el niño.
El tratamiento ideal debería incluir estos cuatro aspectos con las lógicas adecuaciones individuales en función del perfil clínico de cada niño: presencia de otras alteraciones psiquiátricas, del comportamiento, del aprendizaje, etc. Al ser un trastorno que se inicia en la etapa infantil. tratamiento debe abarcar tanto el ámbito familiar como el educativo.
Por las propias limitaciones de esta guía, sólo incluiremos algunos conceptos básicos sobre el tratamiento farmacológico y algunas orientaciones sobre el manejo e intervenciones psicológicas dirigidas al niño.
TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO
Existen diferentes fármacos para el tratamiento del TDAH.
Con diferencia, los más utilizados son los estimulantes, que
incluyen las anfetaminas y el metilfenidato. Las anfetaminas
no están comercializadas en España y sólo disponemos del
metilfenidato dentro de este grupo terapéutico.
El mecanismo de acción básico del metilfenidato es aumentar
la disponibilidad de algunos neurotransmisores (en especial la
noradrenalina y la dopamina) en el espacio sináptico (el que existe entre las neuronas). Actualmente existen tres formas de presentación: de liberación inmediata, de liberación prolongada y de liberación osmótica.
En los tres casos, la sustancia farmacológica es la misma (metilfenidato) y lo que varía es su farmacocinética, es decir, la forma y el tiempo en que se libera dentro del organismo. El metilfenidato aporta un beneficio indudable al tratamiento del TDAH. Sobre su uso existen numerosos prejuicios y temores infundados, sin base científica que los sustente.
Algunos de estos temores se refieren a los siguientes aspectos:
Apetito. En general, disminuye el apetito en momentos diferentes del día en función de la hora de la toma del medicamento y de la forma de liberación. No es infrecuente una leve pérdida de peso inicial, sin que se vea afectado el peso final. Se aconseja un control periódico del peso.
Crecimiento. No hay evidencias de que afecte a la talla final del individuo
(Biederman et al., 2004; Willens et al., 2005). En algunos casos, pueden producirse enlentecimientos en el crecimiento en las fases iniciales de la adolescencia sin que se vea afectada la talla final esperada.
Se aconseja un control periódico de la talla.
Tics. Actualmente no hay argumentos en contra del uso de metilfenidato en los niños con tics. Éstos pueden mejorar, empeorar o no verse afectados. Debe realizarse un seguimiento cuidadoso de estos niños pero no privarles, de entrada, de esta opción terapéutica.
Epilepsia. No existen datos publicados que sugieran que el tratamiento a corto ni a largo plazo del TDAH aumente el riesgo de desarrollar convulsiones. Diferentes estudios sugieren que el uso de metilfenidato es seguro en niños con epilepsia.
Abuso de drogas. No hay ninguna prueba científica de que el consumo de metilfenidato predisponga al consumo de drogas. Al contrario, numerosos estudios a largo plazo indican que su uso en pacientes con TDAH previene su consumo.
Vacaciones terapéuticas. No existen evidencias de que las «vacaciones terapéuticas» aporten beneficios. Cuando el TDAH haya mejorado y se encuentre estable, el tratamiento farmacológico puede interrumpirse para reevaluar la situación y la necesidad de continuar o no con él.
Rendimiento escolar. El tratamiento farmacológico no aumenta ni disminuye el rendimiento escolar del niño, pero al mejorar algunas funciones necesarias para el estudio (atención, impulsividad, etc.) se sientan las bases para una mejoría de éste. El esfuerzo del niño y las orientaciones psicopedagógicas son fundamentales en este aspecto.
Cambian de un día para otro.
• Que sean explícitas: las reglas son conocidas y comprendidas por ambas partes (padres y niño).
• Que sean predecibles: las reglas están definidas antes de que se incumplan, no después.
Cómo reconocer y tratar conductas inadecuadas
Con frecuencia, los niños presentan conductas inadecuadas. Algunas de estas conductas tienen como origen determinadas creencias erróneas de los niños sobre ellas. En su deseo de sentirse integrados y «pertenecientes» a su grupo, los niños atribuyen significados erróneos a conductas llevadas a cabo por ellos mismos. Es importante saber reconocer estas conductas y la mejor manera de manejarlas.





